miércoles, 29 de julio de 2009

Cabot

Hace años que di un portazo al mundo académico e intelectual, hastiada de ver -tan frecuentemente- la máscara colgada en los rostros de mis profesores y de mis condiscípulos. Hoy empieza mi viaje de retorno al recinto universitario, de la mano de la mención especial en los premios de periodismo María Moors Cabot que me ha otorgado laUniversidad de Columbia. Un galardón que he obtenido -entre otras cosas- por negarme a asumir esa complicidad “cultivada”, que tanto me frustró descubrir en una parte de las letras cubanas.

Escapando de una erudición libresca -desapegada de la realidad- fui a parar al extremo contrario: el de los circuitos y el código binario. No obstante, hay caminos que nos llevan siempre al mismo lugar y pueden hacer que una filóloga renegada vuelva a abrazar los hábitos de la academia. Especialmente, si este regreso al mundo de las togas y los diplomas ocurre por haberme comportado como una persona libre en el ciberespacio.

Pienso usar el prestigio y la protección que trae aparejado el Premio Cabot, para seguir haciendo crecer la blogósfera cubana. El alternativo intinerario que nos une cada semana ha llegado a un punto en que debe volverse una auténtica academia blogger. Como no pienso esperar a que esté permitido abrir una escuela de periodismo digital para realizar este proyecto, voy a comenzarlo incluso al margen de formalismos burocráticos y legales. La distinción que he recibido hoy puede contribuir a que nazca aquí un nuevo tipo de instrucción sin condicionantes ideológicos, sin aquellos feos disfraces que me hicieron alejarme -una vez- del mundo académico.


El Blog de Yoani Sánchez, es reproducido fielmente del blog original. En un intento de expandir aun más la voz de esta joven bloguera, prisionera en su propia tierra.
Atte. Abel Desestress
Direccion del Blog Original: http://desdecuba.com/generaciony/

lunes, 20 de julio de 2009

Nuevo tipo de ahorro


ducha_electrica

Una tienda de la calle Neptuno cerró ayer para no encender el aire acondicionado, después de sobrepasar el estricto plan de kilowatts consumidos. En un hotel cinco estrellas, a los turistas se les explica sobre una reparación en los equipos de climatización, aunque en realidad los apagan para que el reloj eléctrico no marque tan de prisa. Lo empleados de ambos lugares respiran el aire viciado por el calor y pocos clientes se aventuran a comprar en el gran mercado o a quedarse en el lobby del lujoso alojamiento.

Los abanicos brotan por todas partes, en un plan de ahorro que le está costando al país una cifra que la prensa no publica. Las amas de casas evitan sumergirse en la pegajosa atmósfera de las tiendas en pesos convertibles; quienes querían hacer un depósito bancario escapan después de media hora en el interior de la sucursal sin ventanas; las cafeterías ven disminuir sus ventas; los cambistas privados tienen su agosto porque las CADECAS cierran a media jornada y en los cines uno no sabe si gritar por el monstruo que quiere devorar al protagonista o por el insoportable calor. A cada gota de petróleo economizada le corresponde una incalculable pérdida en la recaudación de divisas, sin mencionar la reducción de la comodidad para los clientes, la cual no parece ser tenida en cuenta en este “novedoso” plan de ahorro.

Evidentemente, las medidas tomadas se originaron en alguna oficina climatizada por “allá arriba”; se les ocurrieron a esos que -a las tres de la tarde- no tienen que esperar un documento en un lugar donde se aglomeran y sudan más de veinte personas. Me gustaría lanzarles a los artífices de este programa una propuesta para extender los recortes a ciertos sitios intocables, donde aún el termómetro marca menos de 25 grados. Sería bueno, por ejemplo, pedirles a los miembros de la Asamblea Nacional -que se reunirán el 1° de agosto- que se muevan hacia su sede en el transporte público, para no gastar el combustible de sus asignados ómnibus. Deberían, acorde con las restricciones eléctricas que vivimos todos, deliberar a la luz de las velas, tomarse un refresco caliente en la merienda y reducir su sesión a sólo un par de horas, para evitar los gastos en el uso de micrófonos y transmisión televisiva. La acción de aprobar por unanimidad y aplaudir con frenesí –como siempre hacen- no necesita mucho tiempo de reunión ni el disfrute de un relajante aire acondicionado.


El Blog de Yoani Sánchez, es reproducido fielmente del blog original. En un intento de expandir aun más la voz de esta joven bloguera, prisionera en su propia tierra.
Atte. Abel Desestress
Direccion del Blog Original: http://desdecuba.com/generaciony/

lunes, 6 de julio de 2009

Atrapados en la ola


El Blog de Yoani Sánchez, es reproducido fielmente del blog original. En un intento de expandir aun más la voz de esta joven bloguera, prisionera en su propia tierra.
Atte. Abel Desestress
Direccion del Blog Original: http://desdecuba.com/generaciony/


No alcancé a ver, durante la muestra de cine alemán, el controvertido filme “La ola”. Sin embargo, pocos días después alquilé una copia con subtítulos al español a través de las redes underground de distribución. La vimos en casa junto a varios amigos y el debate nos dura hasta hoy, pues hay demasiadas coincidencias para que lo contado en ella sea pura casualidad entre nosotros.

Muchos de los elementos que la película muestra como característicos de una autocracia no me sorprenden. Fui una pionerita uniformada –al final me alegro, porque sólo tenía una muda de ropa fuera de la saya roja y la camisa blanca de la escuela– y repetí cada día un gesto que, al compararlo con el brazo ondulante de La ola, éste último me parece un juego de niños delicados. Mi mano se tensaba y con todos los dedos unidos señalaba a mi sien, mientras prometía llegar a ser como un argentino que había muerto quince años atrás. Aquel saludo militar apuntaba a mi cabeza como un arma, a modo de auto-amenaza que me obligaba a cumplir con el “Pioneros por el comunismo, seremos como el Che”.

Yo también creí haber nacido en una Isla elegida, bajo un sistema social superior, guiada por el mejor de los líderes posibles. No eran “arios” los que nos gobernaban, pero se autotitulaban “revolucionarios” y eso parecía ser un estadio más evolucionado -el escalón más alto– del desarrollo humano. Aprendí a marchar, me arrastré en clases interminables de preparación militar y supe usar un AK antes de cumplir los quince. Mientras, las consignas nacionalistas que gritábamos pretendían esconder el éxodo de mis amiguitos y la dependencia que teníamos del Este.

Pero nuestra autocracia produjo resultados inesperados, muy alejados del fanatismo o la veneración. En lugar de soldados de ceño fruncido, engendró apáticos, indiferentes, gente con máscaras, balseros, descreídos y jóvenes fascinados por lo material. Tuvo también su recua de intolerantes -quiénes, si no, forman las Brigadas de Respuesta Rápida– pero el sentimiento de pertenecer a un proyecto colectivo que sería una lección para el mundo se esfumó como la falsa esencia de un perfume barato. No obstante, nos quedaron los autócratas, el profesor Wenger siguió parado frente al aula gritando y exigiéndonos levantarnos una y otra vez de la silla.

El nuestro no es un experimento que dure una semana ni que implique a unos pocos alumnos en un aula. Nuestra actual situación es la de haber sido atrapados en La ola, engullidos y ahogados por ella, sin haber podido tocar nunca la playa.